jueves, 18 de octubre de 2007

Max Weber



"La ciencia social que queremos promover es una ciencia de realidad. Queremos comprender la realidad de la vida que nos circunda, y en la cual estamos inmersos, en su especificidad; queremos comprender, por un lado, la conexión y significación cultural de sus manifestaciones individuales en su configuración actual, y, por el otro, las razones por las cuales ha llegado históricamente a ser así-y-no-de-otro-modo. Ahora bien, tan pronto como tratamos de reflexionar sobre la manera en que se nos presenta inmediatamente, la vida nos ofrece una multiplicidad infinita de procesos que surgen y desaparecen, sucesiva y simultáneamente, tanto “dentro” como “fuera” de nosotros mismos. Y la infinitud absoluta de esta multiplicidad para nada disminuye, en su dimensión intensiva, cuando consideramos aisladamente un objeto singular -por ejemplo, un acto concreto de intercambio-, tan pronto como procuramos con seriedad describirlo de manera exhaustiva en todos sus componentes individuales; tal infinitud subsiste todavía más, como es obvio, si intentamos comprenderlo en su condicionamiento causal. Cualquier conocimiento conceptual de la realidad infinita por la mente humana finita descansa en el supuesto tácito de que sólo una parte finita de esta realidad constituye el objeto de la investigación científica, parte que debe ser la única “esencial” en el sentido de que “merece ser conocida”. Pero, ¿siguiendo qué principios se seleccionará esa parte? Repetidas veces se ha creído que el criterio decisivo, también en las ciencias naturales, puede discernirse en definitiva en la recurrencia “con arreglo a leyes” de ligazones causales determinadas. Aquello que contienen en sí las “leyes” que podemos discernir en el curso infinitamente múltiple de los fenómenos debe constituir, de acuerdo con esta concepción, lo único científicamente “esencial” en ellas: apenas hemos demostrado la “legalidad” de una ligazón causal, como válida sin excepción, con los medios de la inducción histórica comprensiva, o bien la hemos vuelto intuitivamente evidente para la experiencia interna, y cualquiera que sea la fórmula que hayamos encontrado de este modo, una multitud de casos, por elevado que pueda concebirse su número, se subsume en ella. Y los elementos de la realidad individual que, una vez establecida la “ley”, quedan fuera de ella, son considerados residuos no elaborados científicamente todavía, que habrán de ser introducidos en el sistema “legal” a través del perfeccionamiento de este, o bien permanecerán como algo “contingente” y se los dejará de lado por científicamente inesenciales, en cuanto no son “concebibles legalmente” y no encajan, por ello, en el “tipo” del proceso; en tal caso, sólo pueden ser objeto de una “curiosidad ociosa”. De este modo, aun entre los representantes de la escuela histórica reaparece de continuo la convicción de que el ideal al cual tienden todas las ciencias, incluidas las ciencias culturales, y al cual deben tender aun en vista de un remoto futuro, es la obtención de un sistema de proposiciones del cual la realidad pueda ser “deducida”. Como es sabido, un eminente naturalista creyó que podía caracterizar el objetivo ideal (inalcanzable en la práctica) de tal elaboración de la realidad cultural como un conocimiento “astronómico” de los procesos de la vida. Por nuestra parte, no omitiremos examinar estos asuntos más de cerca, sin que interese cuán a menudo se los haya discutido ya. Salta a la vista, en primer lugar, que ese conocimiento “astronómico” en que se piensa en modo alguno es un sistema de leyes. Antes bien, obtiene las leyes que constituyen los presupuestos de su labor de otras disciplinas, como la mecánica. La astronomía, sin embargo, se interesa por la cuestión de qué resultado individual produce la acción de estas leyes en una constelación individualmente configurada, en cuanto tales constelaciones individuales revisten significación para nosotros. Cada constelación individual que ella “explica” o predice es explicable causalmente sólo como consecuencia de otra, igualmente individual, que la preceda. No importa cuánto podamos retroceder hacia la gris nebulosa del pasado remoto: la realidad a la cual se aplican las leyes sigue siendo individual, no deducible a partir de leyes. Un “estado primordial” del cosmos que no poseyese carácter individual, o lo tuviese en menor grado que la realidad cósmica del presente, sería naturalmente una representación sin sentido".
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Saludos.
R.D.