domingo, 2 de diciembre de 2007

Continuación....."La Otra Mundialización", escrito por Dominique Wolton.


Alentar el espíritu crítico.

El cuidado de la regulación pública en materia de industrias de la comunicación requiere, entre muchas otras cosas, la firme de decisión de imponer un determinado punto de vista sobre el papel del Estado y el interés general, una filosofía política de la cultura y la comunicación, la ambición de pensar y administrar la diversidad cultural. Esta política de conjunto debe dar ocasión para reflexionar sobre el papel del Estado y el interés general y, más aún, oportunidad para desarrollar entre los ciudadanos un espíritu vigilante que sepa hacer la diferencia entre los valores e intereses; ello, con miras a situar, en el inmenso discurso de la comunicación pero más allá de las palabras, lo que compete finalmente a la promoción, con el fin de aprender a juzgar de viso, empíricamente, con modestia. Aprender a meditar, por ejemplo, sobre una de las paradojas inesperadas de la revolución en materia informacional, el de su precio. Ayer la información era escasa y se la tenía por un valor en sí, por una conquista democrática y barata. Hoy es abundante, para no decir redundante, se ha transformado en una verdadera mercancía y en consecuencia mucho más cara, especialmente porque se la segmenta y se la vende sobre soportes diferentes.
Tampoco es posible reflexionar sobre las gigantescas apuestas ligadas a este sector si no se revalorizan primero las palabras que lo atraviesan. Y ante todo hay que admitir que la información y la comunicación no son sinónimas, que la cultura debe ser pensada de manera más global porque, aun estando ligada al patrimonio, es también la suma de todos los recursos que moviliza el individuo para tratar de vivir en su época. Debe evitarse reducirla a la cultura de élite y mostrar el papel motor de las culturas medias y de masas en la sociedad contemporánea. La cultura es finalmente, el conjunto de actitudes que permiten situarse frente al mundo contemporáneo. No hay nada que no sea recurso natural para edificar la capacidad de pensar una realidad en movimiento perpetuo: música, moda, información, tradición, modo de vida, trabajo, educación… Todo cuanto está simultáneamente en el tiempo y en la atmósfera ambiente, lo que es compartido por otros, lo que tiene un sentido. La cultura tal vez no haya estado nunca, de manera tan simultánea, en la duración y en el instante. En cualquier caso, cultura y comunicación justifican crear conocimientos para pensar los desafíos técnicos, económicos, políticos ligados a la expansión de las industrias del mismo nombre.
Crear conocimientos es desarrollar un espíritu crítico que distinga valores e intereses, lógica normativa y lógica funcional en la información, la cultura y la comunicación. Aprender a no confundir el progreso técnico con los servicios realmente útiles, el discurso comercial con la aspiración a comunicarse, los procesos económicos con la realidad de las relaciones sociales, la transparencia ofrecida por Internet con la realidad de las relaciones de poder, la aspiración a la igualdad con los riesgos de la cibercriminalidad.