Salvaguardar el lazo social.
La concentración de las industrias culturales tiene un segundo efecto perverso: la segmentación del mercado en cuantos mercados secundarios se pueda. ¿Cuál es la consecuencia? Una pulverización del lazo social. Si esta segmentación es fuente de rentabilidad, también constituye un riesgo para la democracia. Así como una nación es otra cosa que la suma de comunidades que la componen, del mismo modo la comunidad internacional es otra cosa que la suma de las redes y los mercados. Sólo los Estados, por dependientes que sean, son capaces de administrar la heterogeneidad social y cultural de las naciones. A ellos les corresponde mantener un mínimo de cohesión entre las diferentes comunidades; lo cual, en materia de industrias de la cultura, se traduce por una problemática del interés general, la existencia de un servicio público, la preservación del carácter nacional de una parte de las industrias culturales. ¿Qué dirían los estadounidenses, librecambistas de labios para afuera pero proteccionistas en los hechos, si vieran a sus industrias de la cultura y la comunicación, de las que por otra parte están muy orgullosos, marcharse a jirones al extranjero? Cuando observamos su reacción ante la simple reventa de los estudios Universal, y el modo en que no pararon hasta recuperarlos para el regazo nacional, no resulta difícil zanjar la cuestión.
En la Organización Mundial de Comercio reaparece este debate sobre el estatuto de las industrias culturales, entre los dos bandos: el de los defensores de un liberalismo favorable a la segmentación, y el de los partidarios de una problemática más universalista y ligada a la preservación de cierta cohesión social más allá de la existencia de comunidades. Quien dice aceptación de una cohesión social, supone la existencia de una regulación que la garantice y, por tanto, de un Estado. El comunitarismo, en cambio, casi no necesita un Estado fuerte. Este enfrentamiento entre dos filosofías políticas determinará en buena parte la configuración de las industrias culturales para los próximos diez años.
La concentración de las industrias culturales tiene un segundo efecto perverso: la segmentación del mercado en cuantos mercados secundarios se pueda. ¿Cuál es la consecuencia? Una pulverización del lazo social. Si esta segmentación es fuente de rentabilidad, también constituye un riesgo para la democracia. Así como una nación es otra cosa que la suma de comunidades que la componen, del mismo modo la comunidad internacional es otra cosa que la suma de las redes y los mercados. Sólo los Estados, por dependientes que sean, son capaces de administrar la heterogeneidad social y cultural de las naciones. A ellos les corresponde mantener un mínimo de cohesión entre las diferentes comunidades; lo cual, en materia de industrias de la cultura, se traduce por una problemática del interés general, la existencia de un servicio público, la preservación del carácter nacional de una parte de las industrias culturales. ¿Qué dirían los estadounidenses, librecambistas de labios para afuera pero proteccionistas en los hechos, si vieran a sus industrias de la cultura y la comunicación, de las que por otra parte están muy orgullosos, marcharse a jirones al extranjero? Cuando observamos su reacción ante la simple reventa de los estudios Universal, y el modo en que no pararon hasta recuperarlos para el regazo nacional, no resulta difícil zanjar la cuestión.
En la Organización Mundial de Comercio reaparece este debate sobre el estatuto de las industrias culturales, entre los dos bandos: el de los defensores de un liberalismo favorable a la segmentación, y el de los partidarios de una problemática más universalista y ligada a la preservación de cierta cohesión social más allá de la existencia de comunidades. Quien dice aceptación de una cohesión social, supone la existencia de una regulación que la garantice y, por tanto, de un Estado. El comunitarismo, en cambio, casi no necesita un Estado fuerte. Este enfrentamiento entre dos filosofías políticas determinará en buena parte la configuración de las industrias culturales para los próximos diez años.
- Dominique Wolton es director de investigaciones en el Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia (CNRS) y está al frente del laboratorio «Información, comunicación y retos científicos». En 1988 fundó la revista internacional Hermès (CNRS Editions), que dirige desde entonces. La revista tiene como finalidad estudiar la comunicación y sus relaciones con los individuos, las técnicas, las culturas y las sociedades desde una perspectiva interdisciplinar. Wolton dirige así mismo la colección «Communication», que creó en 1998 (CNRS Editions). A través de sus innumerables publicaciones, Wolton despliega una línea de investigación centrada en el análisis de las relaciones que mantienen la cultura, la comunicación, la sociedad y la política. Después de haber estudiado los medios, la comunicación política, Europa e internet principalmente, se ha interesado por las consecuencias políticas y culturales de la globalización de la información y la comunicación. Para Wolton, la información y la comunicación son uno de los mayores desafíos políticos del siglo XXI y la convivencia cultural, un imperativo que se ha de modelar para que se pueda poner en marcha la tercera globalización. Tras La otra mundialización (Editorial Gedisa, 2004), acaba de publicar en Francia Il faut sauver la communication [Salvar la comunicación] en febrero de 2005 (ed. Flammarion).Cargos Directeur du Laboratoire CNRS, UPS 2262, Information, communication et enjeux scientifiques Directeur du l'Institut des Sciences de la Communication du CNRS Fundador y director de la revista Hermès - Cognition Communication Politique, CNRS-Editions, París, desde su creación en diciembre de 1989. Director de la colección CNRS – Communication , CNRS-Editions, desde su creación en 1999. Miembro del Consejo cientifico del Cnrs Miembro del Consejo de administración de la holding France Télévision y de la cadena France 2. Miembro de la Comisión de Francia de l’UNESCO Miembro del Consejo cientifico del "Office parlementaire d’évaluation des choix scientifiques et technologiques" Président du Comité d'éthique du Bureau de vérification de la publicité (BVP) Directeur de la Cellule Stratégique de la Francophonie à l'Organisation Internationale de la Francophonie (OIF) Fonctions précédentes Miembro del "Haut Conseil de la Francophonie" (2004-2006) Président de la Commission spécialisée de terminologie et de néologie, Ministère des Affaires étrangères (1999-2005) Membre du Comité d'Ethique pour les sciences du CNRS (COMETS) (1993-2005) Membre du Comité consultatif national d'éthique pour les Sciences de la Vie et de la Santé (CCNE) (1997-2005) Director del Programa Comunicación del CNRS (1985-1997) Responsable del Programa Ciencia, Tecnología y Sociedad del CNRS (1980-1985) Fundador y director del Laboratorio Comunicación y política del CNRS (1987-2000) Miembro del Consejo cientifico de la Agence Nationale pour la Recherche (ANR) Profesor en el Instituto de Estudios Políticos de París (1992-1997) Miembro de las tres comisiones gubernamentales de reforma de los medios audiovisuales públicos: 1981 (Sr. Moinot), 1989 (Sra. Tasca) y 1996 (Sr. Campet).Distinctions Chevalier dans l’Ordre National de la Légion d’Honneur Chevalier dans l’Ordre des Palmes Académiques Officier dans l’Ordre des Arts et Lettres
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