miércoles, 22 de agosto de 2007

Continuación....."La Otra Mundialización", escrito por Dominique Wolton.


La historia, siempre…

La mundialización de las comunicaciones ilustra perfectamente el retorno de la historia. Cuando las élites mundiales limitaron la revolución producida en este plano a una simple cuestión técnica o económica, sin abordar de frente la cuestión cultural, dejaron al sujeto a un costado. Cuando aparecieron la radio y luego la televisión, estas élites sólo percibieron de los medios masivos – herramienta indispensable, con todo, para la democracia – el entontecimiento y la manipulación. Frente al indestronable prestigio de la prensa escrita, la comunicación se hizo sinónimo de comercio, de marketing. En definitiva, ya no tenía nada que ver con un proyecto de intercambio y entendimiento mutuo. Sin embargo, no hay comunicación sin inteligencia de los públicos, es decir, sin capacidad para filtrar y jerarquizar los mensajes. Se lo verificó muy bien, por lo demás, con Internet, del que se pensó, con cierta ingenuidad, que sería la herramienta privilegiada para la divulgación del modelo occidental de la información y la democracia, y del que se comprende ahora que puede ser “desviado” con eficacia siniestra por todos los regímenes autoritarios y por lo movimientos terroristas. Cuanto más eficientes son las herramientas, menos controlable es la comunicación. Ayer estaba condicionada por la existencia de un público bastante homogéneo de técnicas relativamente rústicas; hoy sucede lo inverso.
Y he aquí que, desdeñada desde hace 50 años por las élites, la comunicación retorna y se impone como problema central. ¿Cómo dirigirse, por ejemplo, a culturas diferentes y despertar su interés, entablar con ellas un diálogo que les haga sentir que son reconocidas y que les despierte un deseo de responder? ¿En qué condiciones aceptará el Norte recibir informaciones y visiones del mundo procedentes de otras comarcas (véanse las reacciones suscitadas por la aparición de Al Jazira a raíz de la guerra de Afaganistán)?

En el orden de la comunicación se produce verdaderamente una ruptura entre el siglo XX y el XXI. En el XX, la técnica se impuso sobre la cultura hasta el punto de que se llegó a pensar, con la televisión y luego con Internet, que la “aldea global” era una realidad cultural. Vino después el triunfo de la economía, con el crecimiento casi insolente de grandes industrias culturales que poco a poco absorbieron a todos los sectores de actividad (cine, televisión, música, edición, prensa, programas informáticos), y ello a expensas de cualquier consideración política y sin que nadie fuera a inquietarse ante los riesgos corridos por la democracia. Finalmente, 20 años de ideología liberal y desregulación.

El comienzo del siglo XXI ilustra esta inversión radical con los acontecimientos siguientes: el 11 de septiembre, las negociaciones de la Organización Mundial de Comercio (OMC), la caída del Nasdaq, el hundimiento de los “grandes” de la comunicación AOL, Vivendi Universal y Bertelsman. Tomamos conciencia, por fin, de los estragos causados por el liberalismo de la cultura y la comunicación, y comprendemos que ambas dependen de la acción política. En los países ricos primero, con miras a un mínimo de regulación y de respeto por las diversidades culturales. En el dialogo Norte-Sur después, con miras a un nuevo equilibrio en la circulación de los flujos informativos, pues ya no se trata sólo de producir y difundir más informaciones: lo principal es que los individuos, las colectividades y los pueblos las acepten.

Es la revancha de la cultura y la política sobre la técnica y la economía. El Norte advirtió menos aún este desajuste por cuanto la revolución de las técnicas, iniciada por él hace 50 años, está naturalmente en fase con una cultura moderna occidental que privilegia la movilidad y cuyos símbolos más elocuentes son Internet y el teléfono celular. Pero esta movilidad no es vivida en todas partes del mismo modo. Sobre todo va acompañada de otro fenómeno de importancia similar: la demanda de identidad.

No hay comentarios.: